José
miro el número
de la casa y comprobó que coincidía con el papelito que traía en el
bolsillo de la camisa. Era una casa antigua, con puertas de hierro doble, de
rejas y con una ventanita con vidrios en cada hoja. La entrada daba a un hall
con puerta cancel de madera, también de dos hojas, una de las cuales estaba abierta. Los techos eran altísimos.
José
toco el timbre y espero. Unos segundos después una señora canosa se asomo por la puerta cancel y le
hizo señas
que espere. En seguida volvió con un llavero en la mano, pero solo abrió una
ventanita.
-¿
Si?- le dijo esbozando una sonrisa.
- Soy José - atino a decirle con voz ronca.
-¡
Ah si! ¿Vos
llamaste por teléfono? Todavía es temprano - y abriendo la puerta, le hizo
un gesto para que pasara - igual podes esperar en la recepción.
José
cruzo la puerta cancel y se encontró en una habitación cuadrada, con un gran ventanal de vitraux con
motivos florales, una puerta de metal, abierta, que dejaba ver un patio con
varias macetas de malvones y jazmines.
Sobre su derecha y hacia la calle, dos puertas dobles, de madera, con
cuadriculas de vidrio de la mitad para arriba, daban paso a sendas
habitaciones.
En un rincón, un pequeño escritorio, con una PC, un teléfono y
un tarrito lleno de lapiceras. Contra la pared algunas sillas y una cartelera
de corcho con varios afiches clavados.
Se sentó en una silla y cerro los ojos y dejó vagar
su mente.
El último
año
había
sido muy duro para él. Los arquitectos con los que había
trabajado desde que llegó de Corrientes con su familia, hace casi 15 años, habían
disuelto la sociedad, y él se había quedado sin trabajo. Al principio todos se lo
disputaban para llevarlo a sus obras, porque era un albañil de lo
mejor. Pero en el último año ninguno quería tenerlo, y no sabía porque.
Había
conseguido algunas changas, de peón, no de oficial, pero también duraba
poco.
“Encima, la Rosa, me regañaba cada
vez que llego a casa porque paso por el boliche y me tomo un vino – pensaba
- ¿Para que trabaja uno si no puede tomarse un
vino?”
“La Rosa es una gran compañera.
Cuando llegamos de Corrientes, con el Santiago, que tenía dos añitos,
enseguida encontró trabajo en una casa de familia, a la que le
permitían
llevar al nene. En los últimos años, cuando mi trabajo había
empezado a andar mejor, ya no trabajaba afuera. ¡Pero en este último año estaba insoportable! Protestaba porque
llegaba tarde, porque había tomado un poco. Y si me enojaba, lloraba y no
quería
que me le acercara. Hacía como dos meses que no teníamos
relaciones. Y la última vez casi había tenido
que ser a la fuerza, porque tampoco quería.
Y el último viernes, justo me había
peleado con el capataz, y me habían hecho la liquidación, así que pasé por el
boliche y…
Cuando llegué a casa, la Rosa empezó a
gritarme, que mirá como venís, que no tenés vergüenza…y casi sin darme cuenta, ¡¡le pegué un
sopapo!!
Se encerró en la pieza llorando, y apareció el
Santiago, y me dio un empujón, y me dijo con una firmeza que no conocía:
-¡Papá, basta!
¡
No vuelvas a tocar a mamá nunca más! Sos un alcohólico, por eso te echan de los trabajos, por eso
nadie te quiere tener en su plantel, por eso mamá te aguanta lo que no aguantaría nadie.
¡Pero
si no buscás
ayuda pronto, te voy a echar de casa!
Me quedé parado, mirándolo y comencé a llorar como un chico. Yo no quería
pegarle a la Rosa, yo la amo, y al Santi también, no me quería quedar sin ellos…
- José, ya comienza la reunión – la voz
de la señora
lo sacó
de sus pensamientos.
Se paró caminó despacio hacia la habitación que
estaba a su derecha, donde había un montón de gente sentada en ronda. Ocupó una
silla, y cuando el que dirigía le dio la bienvenida y le dijo que se
presentara, dijo:
- Me llamo José, y soy alcohólico, pero me quiero recuperar…
Osvaldo Villalba
02/12/2012
Osvaldo Villalba
02/12/2012