jueves, 26 de julio de 2012

Evita, un nombre que es bandera


      Eran las 21.30 aproximadamente del viernes 26 de julio de 1952. El pibe estaba jugando en hall de su departamento.
     
       El departamento, que en ese momento se alquilaba, era, como ya lo conté otra vez, lo que hoy llamaríamos un PH, con un pasillo largo, como de 30 metros, y al final, antes de la escalera que llevaba a los departamentos del primer piso – no había mas pisos – estaba la entrada a la unidad, una puerta de hierro que daba al patio. Una vez en el patio, se podía entrar al dormitorio por una puerta de dos hojas, con postigos de madera y banderola arriba para airearlo, o pasar a lo que todos llamaban el hall, que no era nada mas que un pasillo interno, con puertas en los dos extremos, y al que daban el baño, la cocina y los dos dormitorios, ahora con una puerta cada uno, de una hoja sola, toda de madera, y sin banderola. Por la puerta del hall del otro extremo, se pasaba al patio trasero, que tenía la entrada de dos hojas al segundo dormitorio y una escalera a una piecita, sobre la cocina, el baño y el hall, que, sumando la altura de estos (baño, cocina y hall) mas la altura de la piecita, tenían la altura de los dormitorios.

       El segundo dormitorio era subalquilado por los padres del pibe, al hermano de la madre y su mujer, y la piecita de arriba a dos jóvenes españoles que trabajaban en un restaurante, y venían a dormir noche por medio.
     Esta situación venía de la década anterior, que había sido bastante dura, y era necesario recurrir a estos artilugios para que el sueldo alcanzara.

     El pibe tenía en ese tiempo 8 años, y como habrán inferido, dormía en la habitación con sus viejos, usando un “brevespacio” (léase una cama plegable que todas las mañanas se doblaba y quedaba como un armario de dos puertas). Unos años después, cuando el pibe tenía unos 12 años, pudo pasar a la piecita de arriba, cuando uno de los inquilinos se fue, y durante varios años la compartió con el otro inquilino, que se llamaba José, hasta que éste se fue, no recuerdo porque razón, y la pieza le quedó para él solo.

     Claro, eran otras épocas. Hoy sería visto con cierto recelo el mandar a tu hijo de 12 años a dormir a la habitación de un hombre de alrededor de 30 años. Pero en ese entonces, como el fulano hacía como 10 años que estaba, y era muy serio, respetuoso y tranquilo, pareció de lo mas natural. Además, el pibe estaba recontento, porque José se iba temprano y la noche que venía a dormir llegaba muy tarde, de modo que la pieza quedaba a disposición del pibe y sus amigos, que entre otras cosas…le tomaban los licores y vinos que “el gallego”, como le decían, tenía al por mayor, traídas seguramente del restaurante. Ellos pensaban que no se daba cuenta, pero hoy creo que el tipo, los tenía manyados, pero, como un duque, nunca dijo nada.

     El patio de entrada era su predio de juegos habitual, salvo que lloviera. Pero de noche, y en invierno, se trasladaba al hall. Desde allí, escuchaba todas las tardes la radio. Su mamá escuchaba las novelas de la tarde, y el primer programa que los chicos esperaban era Tarzán con César Llanos en la voz de Tarzán, Mabel Landó como Juana y Oscar Robito como Tarzanito. Eran episodios de 15 minutos, pero tenían a los chicos atrapados toda la semana, y había que tomar Toddy (un polvo a base de cacao para tomar con la leche) para ser fuerte como ellos. Mas tarde venía “Que pareja” con Blanquita Santos y Héctor Mazzitelli, en una comedia costumbrista con un argumento parecido al que en TV hicieron Luis Brandoni y Ricardo Darín llamada “Mi Cuñado”. Años después Mazzitelli iba a ser el director de “Los Campanelli”. Mas tarde venía “El Glostora Tango Club”, en el que se iban turnando distintas orquestas. Allí creo que fue donde nació el amor del pibe por el tango. Y terminaba con un clásico. “Los Perez García”. Como se puede apreciar la radio era el único medio de contacto inmediato con lo que pasaba en el mundo.

     Volviendo a la narración inicial, el pibe estaba jugando en el hall. Como era viernes cenaban mas tarde. Fue en ese momento cuando las radios entraron en cadena nacional, y el relator oficial de Radio Nacional, anunció que “La Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la nación tiene el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 ha fallecido la Sra. Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación”.
El pibe no entendía mucho de política, pero sabía que en su casa, todos eran peronistas. Su mamá siempre le contaba como antes de Perón, el día que su viejo tenía franco en La Martona, debían salir y quedarse por la calle, hasta ver que su reparto saliera porque eso quería decir que el suplente había venido, y que si no, lo mandaba a buscar y tenía que salir él. También le contaba que ahora cobraba aguinaldo y tenía vacaciones pagas. ¿Cómo no iba a ser peronista? Su madre misma había votado por primera vez el año anterior, en las elecciones de 1951! ¿Una mujer votando? Ella que se había criado con un padre perteneciente al Partido Conservador, y sabia que en los comicios, en Quilmes, les retiraban las libretas en la cola a los hombres, entraban en las mesas, y se las devolvían firmadas diciéndoles: Te podés ir, ya votaste.

      Se quedaron en silencio un rato. Después el pibe, como para confirmar, lo que había escuchado, le preguntó a su madre: ¿Se murió Evita? Sabían que estaba enferma, pero era como que eso no podía pasar. Le avisaron al padre, que estaba leyendo en el dormitorio. El padre del pibe leía mucho. Era un autodidacta. Había venido a los 20 años de su Corrientes natal, de Curuzú Cuatiá, mas precisamente, para intentar estudiar medicina. Pero la década de 1920 a 1930 no era propicia para un muchacho pobre. Tuvo que trabajar para mantenerse y ni siquiera pudo cursar la escuela primaria. Pero aprendió a leer, y leyó mucho, y se fue instruyendo. José Ingenieros era uno de sus autores preferidos. Cuando le contaron lo de Evita, los ojos se le pusieron vidriosos.

     La radio estuvo un montón de tiempo pasando música sacra. Los funerales fueron multitudinarios.

        Hoy se cumplen 60 años de ese día, y la figura de Evita, se acrecentó con el tiempo. Ni el robo y desaparición del cadáver, ni las vejaciones que sufriera el mismo, han logrado opacar su brillo.

      Porque esa mujer, que estuvo tocada por la varita de los elegidos de la humanidad, se convirtió, a mi entender, en la mujer mas importante del siglo XX en nuestro país, por la influencia que su lucha y sus convicciones tuvieron para el pueblo argentino, sobre todos a aquellos que provenían de los círculos sociales al que ella pertenecía: los pobres.
Como todo líder popular, fue venerada por sus seguidores y odiada por sus enemigos, que, curiosamente (o no!) eran los que defendían, y defienden hoy, los intereses económicos mas poderosos de nuestra sociedad: la oligarquía agropecuaria, el stablishmen financiero (la banca) y la cúpula de la Iglesia Católica (se excluyen aquí los sacerdotes que, fieles a sus conceptos cristianos, se “embarraron” en las villas), y que veían con “horror” que “los cabecitas” tenían acceso a la educación, a la salud pública, a tener un franco semanal!, a cobrar aguinaldo!. Y a que las mujeres votaran!

     Este es mi humilde homenaje a 60 años de ese día.

“Aunque deje en el camino jirones de m vida, yo se que ustedes levantarán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”



4 comentarios:

  1. Emotivo y honroso homenaje, gracias por compartir esta semblanza de una época y tan intensos recuerdos, voceros como vos y la misma historia hoy reivindican los valores de Evita y el amor que generó en el Pueblo.
    Excelente evocación.

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  2. Muy buen relato. Y hoy lastimosamente se están poco a poco perdiéndose esos derechos conseguidos.....

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  3. Buen mix de recuerdos. Un relato que oscila entre lo íntimo y lo histórico; lo literario y el final analítico.

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